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Fabricante de respuestas en las noches de insomnio

Ilustración Aykut Aydogdu



Las agujas del reloj clavan su tintineo sonoro en mi retina mientras veo morir la poesía entre estos folios y me visto de funeral. Comparto la insignia de mis miedos con la gente. Tú siempre apareces, fiel nocturno de las palabras, fabricante de respuestas en las noches de insomnio, vertiendo el ruido de la risa en la tenue penumbra de la decepción, haciendo honorables las madrugadas.

            Cuando siento el suelo bajo mis pies tambalearse con su espeluznante rugido de soledad y frío, cuando las alas abatidas por el peso insolente de la desidia, cuando no encuentro ni  una sola verdad en la que quedarme a vivir en el mañana, cuando miro a los ojos de la gente y no encuentro el camino de regreso, cuando no hay ni un alma que echarse a la boca y los labios me arden de tanto callar… Te busco como un náufrago aferrándose a la vida y siempre apareces con las palabras exactas indicando la salida de emergencia. Eres esa verdad constante que me habla para iluminarme y para callarme también. A veces lloré con tus palabras de suicida, a veces me vi en tu desastre diario, a veces me limpié las lágrimas con tu llanto, a veces reí a carcajadas con tu risa… A veces aplastabas mis silencios y pintabas el aire de un color magenta como de cielo amanecido. A veces se me abrían los párpados a través de tus pupilas haciéndome ver toda la belleza que me perdía.

Y lo conseguías, siempre conseguías convencerme de que era cierto: aún me quedaban fuerzas, aún podía.

Ahora me paro, te miro y sonrío: mi suerte fue saberte indómito y cercano, como una tormenta en pleno verano. Mi suerte fue haberme cruzado con tus pasos cuando necesitábamos balancearnos haciéndole trampas a la muerte, a pesar de que la vida y sus laberintos no nos permitan ya encontrarnos.


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