Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de mayo, 2020

Buena chica

Te observo tras el cristal desteñido del tiempo; en nada sucediste salvo para los rotos. Tus ojos: casa precipicio, Sueños del suicida. No conoces todavía El valor de un beso Ni el precio del que firma Una cama compartida.

La huida hacia los otros

Un recelo acostado en mi cama Me susurra al oído:   mira, siente, besa ama…, no te quedes jamás con las ganas… La costumbre es enemiga  de mi guerra Y mi paz sostiene un millón  de fantasmas En vilo, en penumbra,  en el filo de mi sierra En los hilos que me unen  con otras almas… Mis incógnitas vislumbran  habitaciones unidas Puertas abiertas, y ventanas  que dan al sol, A la luz infinita que mis ojos  recubren. La dirección contraria es la correcta,  sin control. Cuando el tedio recorre la espalda De quienes cansados y lascivos  se lo creen; Antes de cruzar siempre miran, Y dejan que el miedo perfeccione  su papel… Y temen…   más a la soledad  que a la desidia Más al amor que a la vida,  más al miedo Que al amor y así…    lidian una consciencia Dividida, consumida,    aprensiva,   dolorida… Diciendo que sí  cuando no sienten, Y diciendo que no  cuando desean… Miedo, tedio, se llama costumbre: La costumbre de   la huida hacia los otros. #poesía #poetry 

Fabricante de respuestas en las noches de insomnio

Ilustración  Aykut Aydogdu Las agujas del reloj clavan su tintineo sonoro en mi retina mientras veo morir la poesía entre estos folios y me visto de funeral. Comparto la insignia de mis miedos con la gente. Tú siempre apareces, fiel nocturno de las palabras, fabricante de respuestas en las noches de insomnio, vertiendo el ruido de la risa en la tenue penumbra de la decepción, haciendo honorables las madrugadas.             Cuando siento el suelo bajo mis pies tambalearse con su espeluznante rugido de soledad y frío, cuando las alas abatidas por el peso insolente de la desidia, cuando no encuentro ni   una sola verdad en la que quedarme a vivir en el mañana, cuando miro a los ojos de la gente y no encuentro el camino de regreso, cuando no hay ni un alma que echarse a la boca y los labios me arden de tanto callar… Te busco como un náufrago aferrándose a la vida y siempre apareces con las palabras exactas indicando la salida de emergencia. Eres esa verdad constante que me habla pa

Despierta

  ¿Quién soy? ¿Dónde está mi estrella? ¿Dónde se esconde mi voz propia cuando los escaparates rojos se llenan de títeres sin rostro que bailan en noches cerradas solo para mí, sus danzas diabólicas haciendo crujir el suelo que me sostiene? ¿Será ese canto de sirenas  previamente orquestado,  el que me trajo hasta aquí: encrucijada sin retorno  de la que no logro ver el final... Como cuando me precipitaba  en la Avenida sin fondo, bajo el cielo eléctrico de esta ciudad insomne, en los días raros… observando los rostros sin vuelo de la gente, haciéndome de espejo frente a la muerte, convulsionando, mientras el corazón digiere el insólito mundo que nos brama , las cosas… que sin haberlas imaginado nunca, nos suceden. Por suerte, aún me nombra quien me ama, y me espera alerta iluminando el camino de regreso cuando he malvendido mi alma y he incendiado todos los camin

TIERRA MÍA

En la memoria de mi pueblo El polvo de la mina; Sobre el alambre: la muerte, En el pecho: la vida digna. En la memoria de mi pueblo Los hombres de la mina: ¡Cuán dolientes Tierra mía Fueron tus hijos, La Carolina! En la memoria de mi pueblo Las mujeres, sus vigilias… ¡Cuán sufridas Tierra mía Fueron tus hijas, La Carolina! La vida sostenida sobre los hombros, Paliabais el frío entre tarantas y cisco, Demasiado jóvenes para tanto ahínco… Demasiado escombro sobre sus muertos… A las mujeres de entonces  les pesaban los párpados, Sobre cestas de mimbre  adornaban  espantos, En el vientre una pena,  sobre el quejío la espera, Y el futuro callaba…  ¡Silencio! ¡No digáis nada! Soniquetes de campana  les crujían los huesos, Las mujeres aguardaban  la vuelta de sus muchachos, Desde casa suplicaban  con hambre de boniatos, Se encomendaban en vida  a todos los santos… Inamovible historia  de mi pueblo llano, Sumerge entre cimientos  envueltos en llanto

Carta para un amigo ausente

Me pregunto si piensas en mí cuando estás solo, cuando no andas ocupado en tus labores cotidianas de aventurero misionero, ni arropando a tu novia por las mañanas. Me pregunto qué te pasa  por dentro ahora que nos separan miles de kilómetros.             Has guardado silencio durante tanto tiempo, que ya no te espero. Me has dejado Madrid para mí. Todas las canciones que te hicieron (nos hicieron) en tu fondo y en tu forma, ya no te reconocen, y “Turnedo” sigue sonando estrepitosamente en mi habitación, mientras Ferreiro y yo ya no nos acordamos de tu voz, ni de tu entusiasmo: el que siembra ausencia solo puede recoger olvido.             Ha vuelto a pasar, pero esta vez sin retorno. Debí haberme dado cuenta aquellas (tantas) veces, en las que solo fui tu camino de huida cuando necesitabas oxigenarte de aquella  rutina marital  y taxativa. Nunca fui tu plan A, tu amistad plena, tu casa de hermandad…  ¿Cómo pude ser tan incauta? No es un reproche, al menos no para ti, puede que me

Llegar a casa

-Si esta ciudad se abre de piernas para mí -Le dije- prometo no volver a ser jamás una mujer triste-. Y sucedió el invierno ácido, frío, solitario; calándome hasta el fondo los dientes y los huesos. A menudo despertaba asustada abrazada a la nada, rodeada de fantasmas invisibles que avanzaban exiguos y cobardes hacia mi ventana. Si me hubieras conocido entonces no habrías sabido de mí. (Los rotos no me dejaban ser en ninguna parte). -Si esta ciudad se abre de piernas para mí -Le dije- prometo no volver a ser jamás una mujer triste-. Y apareciste tú, con tu sonrisa de revista tus cielos repletos de soles encontrados mirándome como si supieras que llegar a ti era llegar a casa. Y llegaste tú, reconstruyendo todas mis partes importantes devolviéndome mis mundos azules mis tesoros inmunes y libres. He de confesarte que no soy la misma desde aquella primera vez en que decidiste no dormir para quedarte besándome la

ODA A MADRID

Madrid, amor mío; cómo duele ver tu latido tan quieto, tus calles barridas de gente, han dejado paso al silencio de la especie. Marzo parece maldito en tu calendario, negro como una boca de metro cuando aún no ha amanecido. Las miradas se afinan desde los balcones, nunca antes, tantos y tantos habíamos mirado hasta el éxtasis tu cielo. Y tú nos miras con ojos de ángel, con el candor de un niño, echando fuego por la frente…             Madrid, amor mío, seguimos estando vivos bajo tu velo oscurecido y a media asta, tú que   eres madre, hermana y amante, y a todos los forasteros nos acunaste sin cuestionarnos, y nos abriste las puertas de tu casa orgullosa, cercana y agradecida de ser la elegida. Y siempre nos llenaste la mesa, el sexo y el alma de recompensas.             Madrid, tú que nunca has señalado al diferente, que has propagado la ley del mundo que algunos todavía contradicen: “aquí hay sitio para todos”… Y nos quedamos bajo tu cielo, enamorados y sedientos de tus días, a